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El pasado 16 de noviembre fallecía D. Daniel Álvarez Antón (SDB), que fue Jefe de Estudios de la Sección de Formación Profesional en nuestro Centro durante los últimos 14 años (2004). Dejamos en esta entrada un poema de Luis Lozano que se leyó en su funeral.

¡GRACIAS DANI, POR TU DEDICACIÓN Y TRABAJO CON LOS JÓVENES!

EL ÁNGEL DE LA MUERTE

Un estallido entre los patios recio
estremece los árboles y el tiempo;
un resoplón sacude todo el Centro,
triste y mudo se queda y el Colegio.
***
-¿Quién llama a estas horas de silencio?
– Es un robot metálico extranjero,
que trae un sobre de colores negros.
-Que no entre, no queremos duelos,
el ángel intenta decir desde dentro.
-Es un recado urgente de los cielos.
-Que entre y se vaya, le dice el ángel bueno.

-Abre el sobre; es para mí, yo creo;
no esperaba tan pronto este correo.
– Amén, Señor, dice Daniel, lo acepto;
hágase tu querer, si tú lo has dispuesto.
***
Llamaron a la puerta en golpes secos;
Era un robot metálico, esqueleto,
su paso de muerte avanzaba muy lento,
implacable y tan frío como el cierzo.

Pide audiencia con Dani, un poco enfermo;
le pide que le entregue ya su cuerpo.
-El alma esta con Dios, darla yo no puedo,
dice Daniel, su voz ya desde el cielo.

-¡Maldita la dolencia que mata a los que quiero,
labradores notables de trigos y graneros!
-No maldigas a nadie; que la culpa es del tiempo:
obedece el robot al buen Dios, sin saberlo.

-Hizo Dios al hombre ya perecedero:
no es la muerte, que es Dios el recadero,
que escoge a los que ama, sus obreros,
labradores de tierras y campos ubérrimos.

-Mirad las cosas que ha dejado este siervo:
la herramienta de hacer futuro el tiempo,
máquinas que saben de controles numéricos,
oblicuas coordinada en puro movimiento.

Suena la sierra fría y caen los trebejos,
todo el taller es ruido en desconcierto,
se para la pantalla, se rompe el minutero:
se anuncia que se marcha el jefe bueno;
por los patios vacíos es hora del recreo,
y una brisa suave campanea lamentos.

Un grito sume al Bosco en un tormento:
lloran de pena los campos futboleros;
resuenan llantos en los patios de juego
graznean su rabia unos pájaros negros:
anuncian que acabó el tiempo de descuento.
Sopla inmisericorde el norte, es casi invierno,
nos llega un ángel en blanco manto envuelto.
No es ya el robot, metal maldito y justiciero,
es el ángel que lleva al buen Daniel al cielo,
donde no escuchará dolores ni lamentos,
quedan con nosotros, que a Daniel perdemos.

Llueve en el cedro grande de este huerto:
son lágrimas de luto y desespero;
hay cirros blancos de nubes a lo lejos:
son nubes que llevan nuestros sueños.
***
Suena el taller ruidoso de torneros,
cae el martillo sobre inerte el suelo,
vibran confusos pantallas y tableros;
la informática se hace toda sombra y silencio.

Se oyen voces de gloria que nos trae el viento.
-¿Tanto? Es un grito triunfal desde lejos:
trae diplomas, horarios de clase y sus premios.

-No es posible, Señor, esto no merecemos;
le dijiste a Daniel muchas veces te quiero
-¿Y quién puede acusar, si también YO fui muerto,
de arrebatar de la tierra a este joven obrero
sin consultar siquiera ni su edad ni su mérito?

Se marcha y nosotros quedamos diciendo
las muchas virtudes que mostraba en silencio,
las huellas que deja en el Bosco su vida y talento.
***

Conversarás Daniel, con Bosco allá en el cielo,
Él que fichó de amigos a unos monjes obreros,
de pardo mono azul, pantalón casi negro;
conjunción avanzada de amor a Dios y genio.

Di al Andrés te ponga con Deodato el jardinero,
y a Elpidio que te encienda de luz tu candelero,
a Matías le dices cómo está el bar de activo en el recreo,
y a Orestes le dirás que un español es jefe allá en su pueblo.
***
-¿Y vosotros qué miráis allá en los cielos?
Habla el ángel de Dios Padre a lo lejos.
-Está con los amigos que tanto le quisieron
-Dejad su cuerpo aquí, guardado con respeto;
él remará en el ancho pantano de su pueblo,
do tomará su barca, la vela a todo remo,
y abrazado en amores, remará en silencio,
con María y don Bosco, a la vida sin duelos.
***
Te despiden parientes y amigos con un beso;
tú morarás feliz, amigo, Daniel Álvarez el bueno,
en los brazos del Padre que te acoge en su seno.

Luis Lozano Merino

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